
El alcalde de Sevilla, Juan Espadas. Imagen de su cuenta de Twitter.
Juan Espadas ha entrado de lleno en la categoría de «pato cojo» al ponerse «al servicio» de su partido en la sucesión de Susana Díaz. El primer uso del término «pato cojo» se atribuye a la Bolsa de Londres en 1761 y, según la carta de Horace Walpole a Sir Horace Mann, se refería a «un especulador que adquiere unas opciones de compra a las que no puede hacer frente». En el mercado están por un lado «los toros» (bulls), que son los que apuestan al alza; «los osos» (bears), que van a la baja; y el «pato cojo», que es aquel que no puede seguir el ritmo del grupo y cae presa de los depredadores. El portavoz municipal del PP, Beltrán Pérez, se lo recordó a Espadas en el minuto 1 de levantar la mano para el relevo: «Sevilla necesita y merece un alcalde 24 horas al día», lo que evocó, históricamente, a cuando, tras la muerte de Lincoln, el presidente Johnson le dijo al secretario del Senado, el coronel Forney, que no quería discutir con «patos muertos». Espadas, al que se le acusa de «quietista» en sus políticas pero de rápido instinto de supervivencia, respondió: «Queda alcalde para rato». Un «pato cojo» es, pues, alguien que no puede hacer frente a sus deudas. Con su movimiento en falso, ya sea hacia el liderazgo del PSOE-A o en relación a la Alcaldía, Espadas se desdibuja como «dead duck» en alguno de los frentes, corriendo el riesgo de perder el pulso de la calle y confundirse con el decorado, como cuando negó esta semana uno de los principales problemas de la capital: «Las viviendas turísticas no han expulsado a vecinos del centro».